Un viaje culinario que comenzó con una visión y se ha convertido en una tradición de excelencia gastronómica.
Birjilanda nace en enero de 2005, de la mano de Andrea Serrano. El nombre lo inspira una historia local, contada por un vecino muy conocido del pueblo, Patxuel: en la montaña que se alza justo detrás del restaurante —llamada Birjilanda— existía, a principios del siglo, un puesto de vigilancia costera. Desde ahí, se controlaba el horizonte con paciencia y coraje.
Ese espíritu de vigilancia y cuidado también ha estado presente desde el primer día en este restaurante, que fue inaugurado como un local de menú del día, abierto a diario, sin descanso, para ofrecer desayunos, comidas y cenas todos los días del año.Así fue durante dos décadas: 20 años sin cerrar, siendo parte de la vida del pueblo, del paso de viajeros, y de los días buenos y no tan buenos de quienes cruzaban la puerta.
En un mundo que cambia rápido, Birjilanda ha mantenido su esencia con tres pilares que la hacen única:
Compromiso diario: Durante casi 20 años, abrimos todos los días del año. Siempre encendida la cocina, siempre dispuesto el saludo, siempre lista la mesa.
Una carta con carácter: Nuestra especialidad son las hamburguesas, generosas y sabrosas, con piezas de hasta 250 gramos y una joya de la casa: la hamburguesa gigante de 750 gramos. Además, ofrecemos raciones para compartir, cinco platos de carne y cinco de pescado, en una carta equilibrada entre tradición y apetito moderno.
Trato cercano: Aquí no solo se viene a comer, se viene a estar a gusto. El equipo de Birjilanda ha construido, día tras día, una relación de confianza y amabilidad con quienes nos visitan. Porque aquí, cada cliente cuenta.
Después de veinte años al frente de Birjilanda, ha llegado para mí el momento de pasar el relevo. Han sido dos décadas de compromiso diario, de abrir cada día, de dar lo mejor, de cuidar cada detalle… pero ahora le toca a otra persona tomar el testigo.
El futuro de Birjilanda estars en nuevas manos, y aunque me gustaría que mantuviera su esencia —ese carácter cercano, sencillo y auténtico que siempre lo ha definido— también me ilusiona pensar que tal vez evolucione, que se transforme, que alguien lo lleve a otro lugar sin perder su nombre ni su alma.
Si Birjilanda cambia, que sea para seguir creciendo. Y si sigue como hasta ahora, que lo haga con la misma entrega que la vio nacer.
Yo, desde fuera, estaré feliz de ver cómo continúa esta histora.